miércoles, 25 de septiembre de 2013

A CADA DÍA LE BASTAN SUS TEMORES...¿PARA QUE ANTICIPAR LOS DE MAÑANA?

Incertidumbre….. “¿Qué es lo primero que sientes cuando escuchas esta palabra?”

Buscando su significado en el diccionario, Manual de la lengua española, define a este vocablo así:
Falta de conocimiento seguro o fiable sobre una cosa, especialmente cuando crea inquietud en alguien.

Y….., yendo un poquito más para ver sus sinónimos y antónimos, la misma fuente nos instruye en el lo siguiente:

Cuando la incertidumbre no se refiere al conocimiento u opinión, sino a la resolución que debemos tomar, se usan irresolución, indecisión, perplejidad y problema.
«La incertidumbre proviene de la falta o escasez de conocimientos. La duda, de la escasez o insuficiencia de las razones o pruebas en las que se funda una opinión o un hecho.»
José Joaquín de Mora

Reflexionado esto, me lleva a preguntarme y preguntarte ¿Como vivimos la incertidumbre en nuestras vidas?
Creo que afirmar que la incertidumbre es una constante de cada día, momento, o circunstancia, en buen modo, aceptarla, nos puede abrir o cerrar posibilidades para sentirnos en paz y felices. De ahí la frase “Lo único que permanece estable, es el cambio”.
Tolerar la incertidumbre, que posibilidades me da?
Aunque lo haga de la mejor forma, seguramente sostendré  la dificultad para aceptar lo incierto, aferrándome a sentir preocupación, interpretando por  preocupación justamente “ocuparse” con insistencia de algo antes de que suceda, lo que puede provocar emociones tales como desasosiego, angustias,  temor, etc. e incluso tener dificultad para conciliar el sueño o concentrarse.
Ocuparse de algo antes de que ocurra da sensación de control a algunas personas. Su mente está siempre alerta, dando vueltas alrededor de los temas que en ese momento las inquietan. Precisamente la capacidad de anticipar, la ilusión de querer tener todo controlado, es lo que atrapa a muchas personas en círculos viciosos de preocupación.
Mantener la mente ocupada alivia la inquietud del “no saber”.
Sin embargo, a pesar de proporcionar esta ilusión de control, sufrir por anticipado no varía la probabilidad real de que algo suceda. Es más, vivir en estado de alerta, anticiparse a lo que aún no esta sucediendo, seguramente nos  hará sentirnos mal y angustiados durante todo el proceso.
Preocuparse por anticipado no sólo no mejora la capacidad para afrontar las dificultades, sino que genera estrés a través de la imaginación, repercutiendo en nuestro cuerpo,  nuestra mente y emociones, tanto como al enfrentarnos a una situación real.
¿Tiene sentido angustiarse por lo que todavía no ha ocurrido?
La preocupación, vista desde este lugar, puede convertirse en una compañera nuestra que no nos permita vivir de manera relajada.

Por supuesto, no toda preocupación resulta nociva; en algún momento y ante sucesos difíciles, es irremediable y humano sentir inquietud. Entonces puede ser útil preguntarse: ¿estoy mentalmente en el momento presente o más bien en el futuro? o ¿qué puedo hacer ahora para mejorar la situación? ¿Con que recursos cuento si quiero y elijo cambiarla?

Los pensamientos que surgen, son independientes de la persona que los experimenta. Lograr distinguir esto, escuchar nuestros pensamientos y  “observarnos”, nos acerca a la posibilidad de elegir como actuar ante “eso” que ocupa nuestra mente, reconociendo que emociones nos dispara, y hasta como nos sentimos  físicamente mientras los vivenciamos.
Logrando esta diferenciación, interpreto que nos ayuda a adquirir mejor dominio sobre nuestros propios pensamientos, aprendemos así a valorarlos, a chequear cuales son las bases que los fundamentan, si las hay o no, a definir  la probabilidad de que lo que se teme realmente suceda. De algún modo, serán nuestros indicadores, para no quedarnos atrapados en el miedo, sino buscar en nuestro ser, con que recursos podemos contar, para obtener resultados favorables.
De este modo, en vez de estar a merced de las propias preocupaciones, se adquiere la libertad para escucharlas o no según convenga.
Diferenciar lo que está en nuestras manos y lo que nos permite vivir un presente más libre de preocupaciones
“Vivir el AHORA”….fluyendo, disfrutando en presencia de este momento, siendo conscientes y coherentes que no  somos soberanos de los sucesos que aún no llegan, solo de quién seremos ante ellos.
Duke Ellington (Líder, Compositor de música Jazz)
“Hay dos tipos de preocupaciones: las que usted puede hacer algo al respecto y las que no. No hay que perder tiempo con las segundas”

Y ahora te pregunto:
¿Como vives la incertidumbre?






martes, 17 de septiembre de 2013

Tenemos amigos...o, SOMOS AMIGOS?

Tenemos amigos??? O Somos amigos???
La reflexión de hoy viene al caso observando que, en esta actualidad y por este medio los ‘amigos’ se cuentan por cientos en Twitter o en Facebook, y desde mi propia mirada el “valor de la palabra ‘amigo’ es muy relevante. La incluyo en mis sentimientos como el “significante” (no como el significado) de un legítimo otro, que te conoce tal como eres, comprende dónde has estado, te acompaña en tus logros y tus fracasos, celebra tus alegrías, comparte tu dolor y jamás te juzga por tus errores. Alguien que cree en ti, aunque tú hayas dejado de creer en ti mismo. Aquel que entra cuando todos los demás se van o quien está contigo porque le necesitas, aunque le encantaría estar en otra parte.
Y la Pregunta que surge es:
¿De cuantas personas SOY amigo/a?
Cambiarla por esta otra: Cuantos amigos/as TENGO?

Reflexionando: Para tener amig@s, hay que ser amigo, y recordando lo que dice la canción principal de Toy Story: “Hay un amigo en mi”, porque más importante incluso que tener amigos, es que los demás vean en ti a un amigo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

LAS DECEPCIONES NO TE PINCHAN EL GLOBO, TE QUITAN EL SUELO BAJO TUS PIES

Una desilusión y una decepción no son lo mismo, no comparten semejanzas. Podemos decir que ambas y aún en distintas áreas de nuestro sentir, son distintas emociones. Ni se sienten de la misma manera, ni se construyen igual, y hasta creo interpretar su más marcada diferencia: “Las desilusiones son necesarias”, en cambio “Las decepciones no lo son jamás”.

Una desilusión destruye algo posible, que para que sea probable, dependerá de nuestros recursos, acciones, y por sobre todo de nuestro tesón para no abandonarlas. Si tienes una ilusión sabes perfectamente, que es posible que esa ilusión no se concrete, si no están dadas las condiciones, y eres tu mismo el que debe crearlas y sostenerlas. Si llega la desilusión, no te tomará por sorpresa.

En cambio, una decepción es una certeza que se desmorona. Es una realidad “ideal”, deseada y contraída desde tu compromiso para que sea “ tu realidad”, que se rompe, que se destroza. No es que fuera algo posible y probable, sencillamente ERA y de repente no es. Tenías una certeza y no estaba en tu pensamiento la posibilidad de que dejara de ser…y de repente no es. Siempre, la decepción te toma por sorpresa, y suele hacerte caer al vacío, o dejarte sin aire.

Sufrimos una desilusión comúnmente, sobre algo que aún no existía, por eso podemos creer que las ilusiones no se agotan nunca. Tras pasar por una desilusión del tipo que fuere, sin proponernos hacer algo al respecto renacerán ilusiones nuevas, o tal vez y mejor aún, aquellas mismas que se esfumaron pueden ser recuperadas.
Aunque pienses que no volverás a tener una ilusión, te sorprenderás cuando aparezcan otras, “las ilusiones crecen y renacen solas”.
Aunque quieras frenarlas, controlarlas, ignorarlas…..quitarlas de tu mente como quien arranca una maleza de entre las flores de un jardín, volverán a crecer al igual que esas malezas. Las ilusiones llegan y te conquistan.

A diferencia de la decepción que destruye una certeza, actúa como un disparador inevitable de emociones como dolor, angustia, bronca, impotencia, etc. Destruyen certezas y las certezas no crecen solas, si se rompen jamás serán recuperadas ni recompuestas. Construir una certeza, interpretado por certeza, algo que ya existe, que surge de nosotros o de los otros, ya sea por compromiso propio, por haber coordinado acciones con los demás, por concretar promesas, nos exigió dedicación, esfuerzo, amor, y por sobre todo “confianza”.
Aceptar que esto suceda, incluyendo el perdón, nos ayuda a superarlas para no quedarnos en la incapacidad de querer crear nuevas certezas, o más bien, de “creer en nuevas certezas”.Cuanto menos certezas seamos capaces de creer y crear, más decepciones iremos acumulando.

Podemos entonces ver las diferencias….“Las desilusiones son necesarias”, en cambio “Las decepciones no lo son jamás”.

Desilusionarse probablemente genere dolor, ergo, a veces es necesario. Nos deja la posibilidad de acceder a nuevas e incluso mejores ilusiones. En algunos casos, pasados los años vividos desde aquella desilusión, es posible que las recordemos hasta con buen humor, como una anécdota divertida, y nos pare en una persona que, al traerla a nuestra mente, sienta su propio cambio y evolución.

Decepcionarse no es lo mismo. Las decepciones siempre dejan su sabor amargo, y de no “aceptar” duelen por siempre, de no “perdonarnos y perdonar” permanecerán activas de manera permanente. Nos dejan “su anclaje”, su “marca”. Optar por no tocarlas como a la cicatrices para que no duelan, suele ser una opción mientras no las logremos superar. La decepción no permite el recuerdo dulce de ellas, quizás, y siempre desde la grandeza de elegir cerrar etapas, soltar el pasado, no se logre desapegar su anclaje, su marca, sí logremos conseguir que con humor y paz, nos duelan menos al alma.